La materia está dividida en unas partículas indivisibles e inalterables llamadas átomos.
En el siglo V a.C., Leucipo de Mileto, filósofo griego, pensaba que sólo había un tipo de materia.
Un discípulo suyo, Demócrito, bautizó a estas partes indivisibles de materia con el nombre de ÁTOMOS, que en griego significa “que no se puede cortar”. Tuvieron que pasar veinte siglos para que un químico inglés llamado John Dalton retomara las ideas de Demócrito y publicase, en 1808, su famosa teoría atómica.
Posteriormente, en el año 1897, gracias a los trabajos de Thomson, se descubre el electrón, una de las partículas subatómicas que conforman el átomo; y un año más tarde propone su modelo atómico parecido a un pastel de frutas, donde los electrones estaban incrustados en una masa esférica de carga positiva.
En 1911, el físico británico Ernest Rutherford descubrió que el interior de los átomos estaba prácticamente hueco, a excepción de la zona central ocupada por un pequeño núcleo, en el que se concentraba toda la masa del átomo y que, además, tenía carga eléctrica positiva.
La tercera partícula fundamental es el neutrón, descubierto en 1932 por James Chadwick al bombardear una lámina de berilio con partículas alfa, observó la emisión por parte del metal de una radiación de muy alta energía, similar a los rayos gamma.